viernes, 20 de diciembre de 2013

ESE ARTE LLAMADO LANA DEL REY

He de confesar que, como en otras facetas de mi vida, en la música soy bastante obsesivo: cuando una canción o artista me gusta lo escucho hasta quemarlo y ahora mismo Lana del Rey está ardiendo en mi ipod. La verdad es que la primera vez que escuchas algo de ella resulta extraño pero atrayente, y es esa atracción la que te arroja a los brazos de la curiosidad y te hace repetir una experiencia que resulta cada vez inquietante y sorprendente. Sorprende su manera de interpretar, en el más amplio sentido de la palabra, cada canción, cada frase, línea y palabra que sale de su boca. Te atrapa en una aura misteriosa, llena de neblina insinuante por donde aparecen y se diluyen las notas musicales en una caricia constante a cada segundo, parando el tiempo en una profunda tranquilidad donde entras en contacto con una parte muy íntima y personal propia , donde afloran ensoñaciones. Esa atmósfera que crea en su canción, al menos para mí, me resulta maravillosamente fascinante porque me trae referentes imprescindibles a mi mente: me lleva a esa década mágica de los cuarenta y cincuenta del cine americano, mientras la oigo cierro los ojos y me parece estar viendo a Joan Crawford con su mirada desafiante debajo de esas cejas marcadísimas en un primer plano cada vez más cercano; a una Lana Turner exultante de sensualidad y sexualidad en shorts mientras mira a cámara con la mirada entornada; a la mágica Joan Fontaine (recientemente desaparecida) mirando asustada al vacío y llevando un jersey que sería mundialmente conocido por el título de esa película. Un James Deam, referente en una de sus canciones, siempre atormentado, incapaz de ser feliz, reflejo quizás de su propia realidad, a un Marlon Brandon rompiéndose la camiseta tan seguro de sí mismo, mostrando su desnudez no sólo física. Referentes en fin todos ellos de una época y un momento que parecen volver con Lana, tan frágil pero segura de sí misma a la vez, que incluso ha llegado a reconocer problemas de adicciones y que su peculiar forma de cantar y de ser le buscaron, más de una vez, problemas a los que ella se enfrentó como todas esas ensoñaciones que su música me recuerdan, con valor, coraje y una mirada fija en un primer plano. Su estética, como no puede ser menos, es muy cincuentas y sesentas: pero cardado, o suelto con ondulaciones cayendo sobre sus hombros, raya de ojo negra, larga y marcada. Es una imagen reconocible y asociable a un período por repetida hasta la saciedad, sin embargo en ella huele a nuevo, quizás porque ella es suplo de autenticidad, no pretende imitar a nadie ni a nada, ella es como es, hace la música que le sale de lo más profundo y adopta la estética que siente válida para ella, y funciona. En Lana todo funciona, se amolda y adapta para hacer que todo el que la escuche sienta, le haga cerrar los ojos y traer a su mente una ensoñación de un tiempo idealizado habitado por dioses que en algún momento fueron humanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario